Piedra en el Zapato (Me acostumbre al dolor)

Hay cosas en la vida que no parecen una tragedia… pero sí nos detienen. No es una catástrofe, pero sí es una excusa. Es como una piedra en el zapato. No es mortal, no es gigante, pero duele. Está ahí, pequeña, molestando. Y lo más alarmante es que uno puede acostumbrarse a ella. Llega el momento en que ni la sientes… pero ya ha hecho una herida.

Esa excusa. Ese pensamiento. Esa voz interna que dice: “No vas a lograrlo”, “nunca será diferente”, “ya lo intentaste”. Y sin darnos cuenta, esa piedra pequeña se convierte en un obstáculo silencioso que detiene nuestro caminar.

¿Y qué hacemos?

Dios nos está llamando a sacudirnos el zapato. A quitar esa piedra. A ir a lo profundo y dejar de curar heridas con liviandad.

“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz.”— Jeremías 6:14

Este pasaje nos confronta. Jeremías denuncia cómo los líderes de su tiempo trataban las heridas del pueblo de forma superficial. Les decían: “Todo está bien”, pero no lo estaba. Tapaban heridas profundas con palabras livianas. Ponían una curita sobre una fractura.

Y muchas veces, nosotros hacemos lo mismo. En vez de sanar, maquillamos. En vez de escarbar la raíz, nos ponemos una sonrisa. En vez de abrir el corazón a Dios, decimos “ya estoy bien”.

Dios quiere que dejes de arrastrar esa excusa. Que no vivas más con esa herida del pasado. Que no sigas deteniéndote por algo que ocurrió hace 5, 10 o 20 años. Dios quiere que vayas con Él y le digas: “Señor, esto me marcó. Esto me duele. Esto me frena. Sáname por completo.”

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.”— Mateo 11:28

¿Cuál es tu piedra en el zapato?

Tal vez es un trauma de la infancia. Tal vez fue un rechazo. Un divorcio. Un fracaso. Un abuso. Una palabra que alguien dijo y aún suena en tu mente. Tal vez es ese pensamiento que se repite: “Yo no puedo. En mi familia nadie lo ha logrado. Yo no tengo valor.”

Pero te digo hoy Dios quiere cambiar tu historia. No importa lo que pasó. Dios puede sanar profundamente lo que otros trataron superficialmente.

“Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas.”— Salmo 147:3

¿Te cansaste de esperar? ¡No dejes de creer!

Muchos han dejado de creer. Esperaste por tu matrimonio. Esperaste por tus hijos. Esperaste por una nueva oportunidad. Por un milagro. Y como no pasó, poco a poco dejaste de creer.

“Contra toda esperanza, Abraham creyó y esperó, y de este modo llegó a ser padre de muchas naciones.”— Romanos 4:18 (NVI)

Dios te llama a volver a creer en esperanza contra esperanza. A seguir esperando, confiando, caminando… aunque parezca que nada cambia.

Dios lo hizo antes. Lo hará contigo.

Dios obró en hombres y mujeres que también pasaron por procesos largos, heridas profundas, momentos difíciles. Pero Él fue fiel.

• Lo hizo con Abraham, cuando parecía imposible.

• Lo hizo con José, cuando estuvo años en prisión.

• Lo hizo con David, cuando fue menospreciado.

• Lo hizo con Job, en medio del dolor.

“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.”— Hebreos 13:8

Él no ha cambiado. Lo hará otra vez. Lo hará contigo.

Sana, para poder avanzar

Hasta que no sanes profundamente, no hay brecha para avanzar. La excusa siempre regresará. El recuerdo volverá. El dolor te detendrá. Pero si vas al corazón del asunto con Dios, Él puede transformarte.

Hoy, no pongas más curitas. No escondas más la herida. Ve a Cristo, y deja que Él sane hasta lo más profundo. Porque Él quiere verte sano, libre y caminando en fe hacia lo grande que tiene para ti. Es momento para sacar la Piedras del zapato.

Mira el mensaje completo en la cuenta del Pastor en YouTube. https://youtu.be/sUaCKvpvQMo?si=5dPEUG6U7g9UO2vf