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De la Misericordia a las Recompensas

Pastor Miguel Collazo | Iglesia Fuente de Agua Viva Coamo

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Hay una empresa llamada Zappos que tiene una práctica muy interesante.

Después de entrenar a sus nuevos empleados durante cuatro semanas, les ofrece 4,000 dólares si deciden renunciar.

Sí, escuchaste bien. Terminas tu entrenamiento, y te dicen:


“Si renuncias hoy, te doy 4,000 dólares.”


¿Por qué lo hacen?

Porque quieren asegurarse de quedarse con personas que aman estar ahí, que creen en la cultura y los valores de la empresa. Prefieren invertir en gente comprometida que esté allí por propósito, no solo por un pago.


Esa historia me recuerda al joven rico en Lucas 18.

Jesús le dice:


“Vende todo lo que tienes y sígueme.”


El joven se entristeció, porque tenía muchas posesiones.

En otras palabras, eligió los 4,000 dólares.

Eligió lo temporal, cuando Cristo le ofrecía una recompensa eterna.


Y así mismo nos pasa muchas veces Dios nos presenta una oportunidad para seguirle, pero no siempre estamos dispuestos a soltar lo que nos ata.


La Biblia enseña que hay dos dimensiones del trato de Dios con nosotros


  1. La Misericordia — Lo que recibimos sin merecerlo.


    “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe…” — Efesios 2:8


    La misericordia nos salva, nos sostiene y nos da lo básico: el pan diario, la protección, la salvación.


    Es el amor inmerecido de Dios.

  2. La Recompensa — Lo que Dios da a causa de nuestras acciones.


    “Tu Padre que ve en secreto te recompensará en público.” — Mateo 6:4


    La recompensa llega cuando oramos, servimos, damos y obedecemos.


    Es el resultado de una fe activa, no pasiva.


Cuando vivimos solo de misericordia, nos conformamos con sobrevivir.

Nos acostumbramos al “que sea lo que Dios quiera”, sin movernos por fe.

Eso nos lleva al estancamiento espiritual, emocional y financiero.


Como el siervo que enterró su talento, muchos guardan lo que tienen por miedo a perderlo, sin darse cuenta de que Dios no multiplica lo que no se mueve.


“La misericordia te salva, pero la recompensa te impulsa.”



La mentalidad del Reino es diferente.

Dios no bendice la pasividad, sino la acción con propósito.

Él bendice al que se levanta, al que ora, al que da, al que trabaja con excelencia.


“Dios no te salvó para que sobrevivas, sino para que conquistes.”


Cuando oras, no digas solo


“Señor, si tú quieres…”

Cambia tu oración a:

“Señor, ¿qué quieres que haga? Dame estrategias nuevas, enséñame a moverme.”


  • Abraham dejó su comodidad y fue recompensado con una nación.

  • Moisés renunció a ser hijo del faraón para recibir una recompensa mayor.

  • Jacob peleó con el ángel y no lo soltó hasta recibir bendición.



Todos ellos eligieron la recompensa sobre la misericordia, la obediencia sobre la comodidad.


Cómo movernos hacia la recompensa de Dios



  1. Identifica un área específica donde necesitas recompensa.


    ¿Qué área de tu vida necesita fe activa?

  2. Incrementa tu generosidad.


    Da más, sirve más, entrega más de ti.

  3. Ora con propósito.


    No solo pidas, declara las promesas de Dios con autoridad.

  4. Actúa con excelencia.


    Sé el mejor en tu trabajo, tu ministerio o tu hogar.

  5. Persiste en fe.


    Como Jacob, no sueltes hasta que Dios cumpla lo prometido.



Dios tiene una recompensa poderosa esperándote.

No te quedes sentado esperando que las cosas cambien.

Cree, muévete, trabaja con fe y excelencia, porque tu Padre que ve en secreto te recompensará en público.


“Dios no solo te salva, también te recompensa.”

— Pastor Miguel Collazo

 
 
 

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