La Casa del Padre: Un Lugar Para Volver

Por Pastora Yarimar Marrero

Cuando hablamos de “la casa del Padre”, no nos referimos simplemente a un edificio ni a una estructura física. Hablamos de un hogar. Y un hogar es más que paredes: es un lugar que evoca recuerdos, emociones y sentido de pertenencia.

Si ahora mismo te dijera: “Cierra los ojos y piensa en tu casa”, probablemente verías un lugar con olor a comida de mamá o de la abuela, escucharías la risa de tus hermanos, o quizá recordarías tiempos de unidad familiar. Para algunos, tal vez esos recuerdos no son los más felices. Y está bien. Pero hoy quiero que veas el concepto de “casa” como un lugar seguro al cual puedes regresar… siempre.

Así como un padre le dice a su hija en el día de su boda: “No importa lo que pase, aquí siempre tendrás un hogar”, así mismo es la casa de Dios. Pase lo que pase, siempre puedes volver. No importa en qué condición estés, el Padre siempre tiene la puerta abierta.

Y para entender esta verdad, Jesús nos llevó a una de las historias más poderosas: el hijo pródigo en Lucas 15:11-32.

La Historia que Refleja Nuestra Vida

Jesús cuenta que un padre tenía dos hijos. El menor pidió su herencia antes de tiempo, se fue a una tierra lejana y lo malgastó todo viviendo sin límites ni cuidado. Terminó tan abajo que deseaba comer la comida de los cerdos.

Pero llegó un momento clave: “Volviendo en sí” Ese instante donde uno despierta y dice: “¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué vivo así, si en la casa de mi Padre hay abundancia?”

Ese momento nos pasa a todos. Nos alejamos de Dios pensando que lo sabemos todo, que podemos solos. Pero tarde o temprano, la vida nos hace despertar.

Y lo hermoso es lo que ocurre después: El hijo decidió volver, no como hijo, sino buscando trabajo. Sin embargo, el padre lo vio de lejos, corrió hacia él, lo abrazó, lo restauró y celebró su regreso.

Porque así es Dios: corre hacia nosotros cuando damos el primer paso de regreso.

Verdades que Necesitamos Recordar

1. Todos nos hemos ido alguna vez

Nos resulta fácil juzgar al hijo pródigo… hasta que recordamos que nosotros también hemos vivido lejos de Dios: sin dirección, sin cuidado, sin límites y con una vida autodestructiva. Como él, también hemos tenido momentos en que tocamos fondo y necesitamos volver.

2. Dios siempre nos espera con los brazos abiertos

Aunque lleguemos rotos, vacíos o avergonzados… Él corre hacia nosotros. La casa del Padre no es un lugar de juicio, sino de restauración.

3. La iglesia no es opcional

Vivimos en una generación que quiere espiritualidad sin comunidad. Contenido sin compromiso. Conexiones virtuales sin congregarse.

Pero la Biblia es clara:

“No dejemos de congregarnos…” – Hebreos 10:24-25

Porque hay algo que sucede en la casa de Dios que NO sucede en tu casa:

• En tu casa lloras solo; en la iglesia alguien te abraza.

• En tu casa luchas en silencio; en la iglesia alguien ora contigo.

• En tu casa te estancas; en la iglesia alguien te impulsa.

Dios diseñó la fe para ser vivida en comunidad.

4. La iglesia no es un lugar de gente perfecta

Muchos dicen: “No voy a la iglesia porque allí todos son perfectos.” Pero la Biblia mismo nos muestra lo contrario.

Pedro, sobre quien Jesús edificó la iglesia:

• Tenía carácter difícil.

• Se hundió cuando dudó.

• Le cortó la oreja a un soldado.

• Negó a Jesús tres veces.

Y aun así… cuando Jesús resucitó, buscó primero a Pedro.

¿Por qué? Porque la iglesia es para gente imperfecta. Para gente con luchas reales. Para personas como tú y como yo.

La Casa del Padre Sigue en Pie

Hoy quiero que recuerdes esto:

La casa del Padre es tu hogar. Aquí hay gracia. Aquí hay restauración. Aquí hay comunidad. Y aquí siempre tendrás un lugar.

No importa cuánto te hayas alejado. No importa lo que hayas vivido. No importa cómo regreses.

El Padre sigue mirando hacia el camino… esperando tu regreso.

Y cuando vuelvas, habrá fiesta.